El primer corso que fui en los 50 largos fue en una "bañadera", especie de omnibus escolar convertible y sin la capota. Me acuerdo que era color crema y tenia una franja que decia Turismo al costado.
Eran coches con trompa, pues tenian el motor adelante y se usaban también para el transporte escolar.
Así paseabamos saludando y tirando papelitos y serpentinas por 18 de Julio.
La primera vez que vi un desfile sentado fue en aquellas butacas de madera de la intendencia que ataban con cadenas a las columnas de alumbrado o a los plátanos de 18 de Julio.
Un enorme cabezudo me dio un "Cocazo" y quedé tartamudo por más de un mes, la gente del barrio y los chiquilines amigos me hacian hablar a propósito para mearse de risa.
Los corsos de la Calle Comercio que organizaba la Comisión de Fomento de la Calle Comercio y adjacencias de la que el Don De Clerck, mi tio el de la farmacia, era integrante. Eran de película, nunca vi nada igual. Quedaba un colchón de papelitos y serpentinas en toda la calle .
El tablado "Cosi lo vedo" era en la esquina de Azara y Comercio.
Juguetes: pelotitas de aserrin en papel brillante con elástico para pegarle en la cabeza a algún deprevenido, arañas de goma con elástico en una varita para asustar a la gente, ingenuos lanza perfumes y los famosos pomitos de agua que me resultaron en un bruto cachetazo de la primera niña que mojé, despues me avivé, me hacia el distraído y escondia el pomo.
Nos pintabamos la cara con corchos quemados y pinturas de las mamás, hermanas, vecinas etc. Haciamos disfraces con arpilleras o bolsas de azúcar y gorros de papel y plumas de las pobres gallinas del vecindario.
Con tambores de latas de aceite, tapas de cacerola, cacerolas de puchero, cajas de zapatos, cajas de sombreros grandes pal bombo; los instrumentos de la murga.
Y allá íbamos para la esquina a pedir "un vintén 'pa la murga", en la parada del ómnibus.
A veces los vecinos nos pagaban para que fuéramos a tocar a otro lado diplomaticamente "con la música a otra parte", nos íbamos pero al otro dia volvíamos y ya descaradamente le pediamos la contribución y ni tocábamos.
Los centavos que juntabamos quedaban en el almacén y salíamos con galletitas decoradas con azúcar, caramelos Zabala, goma elástica por metro (una especial que vendian para hacer hondas), papel cometa para las propias, chicles globero, etc.